“A fines de junio cumplí veintiséis años en la fábrica.
Antes de ingresar a La Cardeuse pasé por otras
dos empresas de colchones: Belmont y Estelar. A la
primera ingresé cuando abandoné el secundario a
los quince años. Sinceramente, el estudio mucho
no me gustaba, era bastante vaga en ese sentido,
así que no tuve más remedio que trabajar cortando
telas. Por suerte, en 2005 lo terminé en una
escuela nocturna, porque cada vez que llegaba
marzo me agarraba un remordimiento tremendo.
Ahora estoy en la facultad, cursando la carrera de
Relaciones Laborales. En Belmont estuve tres años
hasta que pasé a Estelar, que terminó fundiéndose
en plena dictadura militar. Luego de cuatro meses
desempleada ingresé a La Cardeuse en 1982, cuando
aún la fábrica estaba a una cuadra y media de la
municipalidad de Lanús. En ese tiempo la empresa
era muy chiquita y no llegábamos a 20 empleados.
Acá hago todo lo que es costura: overlock, máquina
recta, cerradura de colchones, fundas para somiers
y almohadas. Con Adrián, mi esposo, tuvimos cinco
hijos: Ezequiel (21 años), Florencia (19), Ivana
(17), María (15) y Nadia (10). Cuando nacieron
me tomé un tiempo para criarlos, pero cuando
regresé a La Cardeuse lo hice con la intención de
ser delegada. Cuando le conté a mi marido me dijo
que me llevara un colchón al sindicato para dormir
allí, pero al acomodarme con los tiempos se fue
apaciguando (se rie). En la década del setenta mi
papá fue representante sindical de la UOM. En ese
ambiente represivo él se salvó de casualidad, pero
a mí no me quedó miedo de esa época sino que heredé
su espíritu de lucha. La verdad es que siempre
me atrapó la política entendida como la búsqueda
del bien común. Le comenté de mi interés a Hugo
Cuellar, actual secretario de Turismo del SECLA, y
él me asesoró al respecto. Faltando un mes para las
elecciones que se celebraron dos años atrás, había
medio desistido de la idea; fue ante la insistencia
de varios compañeros, algunos con los que no tenía
una gran relación, lo que me terminó de decidir.
Aunque había representantes gremiales, no tengo
dudas de que ellos se sentían solos dentro de la
empresa. En esas elecciones se presentaron cuatro
candidatos para dos lugares, que quedó en manos
de los que recibimos la mayor cantidad de votos:
Ambrosio Bustamante, que arrasó, y yo, que gané
por apenas tres votos. Por cierto, en nuestra tarea
gremial nos hemos complementado muy bien. En la
fábrica la mayoría son hombres, trabajadores que
quieren ganar más y ver que te movés por ellos. Yo
soy hiperactiva pero, al principio, subir a la oficina
de personal no me resultó fácil. Ahora lo hago todos
los días, ya se acostumbraron a mi presencia. Estos
dos años como delegada fueron realmente muy
duros, pero junto a los compañeros aprendimos que
todos unidos podemos lograr cambios y mejoras
internas. A la hora de negociar con la empresa ya
no vamos solo los delegados –cuando lo hacíamos
no teníamos respuestas-, sino que formamos una
comisión de seis a ocho personas, según el reclamo.
Particularmente creo que el rol del delegado
no se circunscribe a la defensa de los derechos
gremiales, sino que también debe aportar para
incrementar la producción de la empresa, que
genere un mayor beneficio para todos. En La Cardeuse
somos un gran equipo; todos los reclamos
son oídos y en gran parte solucionados. Como la
consigna de la Lista Celeste, nosotros también
vamos por más”.
Revista InfoSecla , pagina 10
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